Lo que pretendo es iniciar una
serie de meditaciones que sean resultado de mi lectura diaria de las Escrituras
Sagradas. No obstante es necesario ser claros desde un principio.
En vista de que hoy en día se oye hablar de la meditación como una práctica que
nos viene de las religiones orientales, ¿en qué consiste el meditar desde la
perspectiva del Cristianismo bíblico?
Para ello sería bueno que pusiéramos atención a lo que nos dice J.I. Packer en
su excelente libro El conocimiento del
Dios Santo:
“Quizá tengamos alguna idea
acerca de lo que es la oración, pero no en cuanto a lo que es la meditación. Es
fácil que así sea por cuanto la meditación es un arte que se ha perdido en el
día de hoy, y los creyentes sufren gravemente cuando ignoran dicha práctica. La
meditación es la actividad que consiste en recordar, en pensar, y en
reflexionar sobre todo lo que uno sabe acerca de las obras, el proceder, los
propósitos, y las promesas de Dios, y aplicado todo a uno mismo. Es la
actividad del pensar consagrado, que se realiza conscientemente en la presencia
de Dios, a la vista de Dios, con la ayuda de Dios, y como medio de comunión con
Dios. Tiene como fin aclarar la visión mental y espiritual que tenemos de Dios
y permitir que la verdad de la misma haga un impacto pleno y apropiado sobre la
mente y el corazón. Se trata de un modo de hablar consigo mismo sobre Dios y uno
mismo; más aun, con frecuencia consiste en discutir con uno mismo, a fin de
librarse de un espíritu de duda, de incredulidad, para adquirir una clara
aprehensión del poder y la gracia de Dios. Tiene como efecto invariable el
humillamos, cuando contemplamos la grandeza y la gloria de Dios, y nuestra
propia pequeñez y pecaminosidad, como también alentamos y damos seguridad
-"consolarnos", para emplear el vocablo en el antiguo sentido bíblico
del mismo- mientras contemplamos las inescrutables riquezas de la misericordia
divina desplegadas en el Señor Jesucristo.”
Bajo esas premisas es que
iniciamos esta disciplina mientras continuamos nuestro peregrinar…